COMPASION
¿Cómo comenzar? La sensación de dolor es lo primero que llega: impotencia y total inercia que congela, dando una irremediable conclusión de que vivimos en una inconsciencia cuadripléjica, inmersos en un océano de desamor y angustia.
Llevo tan solo 3 líneas y la misma emoción sigue creciendo al tratar de encontrar más palabras, más sinónimos, más adjetivos o alguna explicación lógica, si es que la hay, en esta locura de la cotidianidad que nos ha tocado vivir. Vivir para nosotros, nuestras familias, nuestros hijos. Una locura colectiva, un sismo constante de amargura y dolor. Cuando el dolor es ajeno y lo más cercano es verlo en las noticias, a menos que se tenga una sensibilidad especial, no se siente, no se toca, no se vive, y de golpe se mira hasta con desprecio o tal vez como un mecanismo de defensa inconsciente, simplemente pasamos la hoja del periódico o cambiamos de canal. Tal vez esas escapatorias sean lo mejor y nos alejen, en alguna medida, de la realidad y nos abstraigan del dolor ajeno, pero al fin y al cabo es el mismo propio, porque todos los seres humanos en su fibra más íntima y divina, somos uno solo. COMPASIÓN.
Wikipedia describe así el significado de COMPASIÓN: “La compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego συμπάθεια (sympathia), palabra compuesta de συν πάσχω + = συμπάσχω, literalmente 'sufrir juntos', 'tratar con emociones ...', simpatía) es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento”.
La anterior definición, si se quiere y si me permiten el atrevimiento, es puramente “técnica”. Pero si buscamos trascender un poco más allá, encontraremos muchas más de un orden espiritual y hasta religioso. Sin embargo, en esta oportunidad no es mi interés adentrarme en este tipo de análisis y más bien concretar mi intención en algo que está moviéndose en mi corazón.
En mi anterior artículo, hablé de LA COMPASIÓN, y creo que acá, en estas líneas que escribo hoy, estoy encontrando que este artículo debe seguir en esa línea, en la línea de LA COMPASIÓN.
¿Cuántas veces, al acompañar a alguien en un sepelio, le manifestamos a la familia del fallecido el tan común: “lo siento” y seguimos ese rictus de unas cuantas palabras acompañadas de un abrazo? Luego, todo sigue y continúa igual, y atrás, en el olvido, queda esa situación para las personas que no han recibido directamente el fulminante dolor de perder a un ser querido.
Es acá donde quiero traer la situación, y es la de sentir, vivir y compartir el dolor del otro: LA COMPASIÓN.
En nuestra sociedad, estamos tan acostumbrados a los titulares de los periódicos, de los noticieros en la televisión, a lo que escuchamos en la radio. Creo que por inercia los escuchamos o leemos, y somos ciertamente impermeables a ello. Pasamos por encima de esas noticias y muchas veces ni las leemos, aunque en algunas oportunidades, el mismo morbo que provocan los titulares nos conduce a leerlas y a sentir ese cosquilleo en el estómago. Pero, por la misma “costumbre”, no pasa de ahí, de una fugaz sensación y de un momento desprevenido.
Creemos que ese evento queda ahí, pero no. Acá es donde caemos en un profundo error inconsciente. Todas y cada una de estas situaciones cotidianas quedan impregnadas en nuestra psique, en nuestro corazón, en nuestra alma y hasta en alguna partícula minúscula en nuestro ADN. Subyacen angustias, tristezas, el famoso estrés con todas sus derivaciones, depresiones, ansiedades, ataques de pánico, trastornos mentales, suicidios, enfermedades y, finalmente, después de estos y otros demonios, el desamor. Dante se ve acá como una minúscula e insignificante partícula.
¿Acaso no hemos sentido todos alguna vez estos demonios? ¡Absolutamente!
Tras un evento catastrófico y trágico por la pérdida de un ser querido, la rabia y la ira emergen de inmediato, y la conciencia cae en ese profundo abismo triste y amargo, traído por el desgarro del dolor. La tristeza integra todo, forma parte de todo y es todo. En un absurdo.
Si desde el fondo de cada ser naciera un poco de COMPASIÓN, tan solo un ápice, una minúscula porción, el espíritu y el desahogo comenzarían a reposarse en el corazón de la humanidad. El dolor y la tristeza, como efecto mágico, se reducirían a la mitad en cada ser humano. El egoísmo, el desamor, el apego desmedido por lo material, el odio, la ira y otros demonios más, comenzarían a apretar su existencia.
Quiero tomar unos apartes y compartir un texto budista que encontré y que me parece muy valioso:
"El amor es la semilla para una magnífica cosecha:
El
estado de un victorioso.
Como
el agua, el amor hace crecer la cosecha,
Y
mucho más tarde madura
En
las cosas más deseadas,
Como
si hubiera madurado y estuviera listo para su uso.
Por
esta razón, al principio hago alabanzas a la compasión."
Hago una gran invitación a la reflexión sobre LA COMPASIÓN y que cada uno a su manera encuentre la forma de manifestarla y hacerla propia. Créanme que solo se necesita un poco de tiempo, una breve inhalación de aire al respirar, acompañada de un ligero momento de paz. Tras ese instante de serenidad, otros más grandes vendrán acompañados de una inmensa sensación de alegría y felicidad.
Cada uno encontrará la forma de descubrir, ver y sentir esos instantes de iluminación.
A la memoria de Nathalia T.
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Robert Garzon