MIGREMOS
Viendo esta magnífica fotografía que encontré esta mañana en la página de NATIONAL GEOGRAPHIC, me inspiró a escribir este artículo. En ella se aprecia cómo grandes rebaños de ñus migran cada año a regiones donde encuentran mejores condiciones de alimento y vida en las llanuras del Serengueti, en Tanzania, África. Recorren grandes distancias en un ciclo en busca de pastos más abundantes. Es realmente interesante observar a estos animales.
También los seres humanos somos animales, aunque aparentemente evolucionados y dotados de capacidades que nos colocan en la cúspide de las especies en este planeta. Digo "aparentemente" porque nuestra especie ha caído en un estado de quietud y retroceso debido a la cotidianidad, la falta de amor y el apego a las posesiones materiales. Estas conductas nos están conduciendo hacia el caos, el olvido, la angustia, la enfermedad y la desesperación. Basta con mirar a nuestro alrededor, ver las noticias, leer el periódico o viajar en el transporte público para entenderlo.
Sin embargo, la quietud en algunas circunstancias puede conducirnos a despertar y conectar con instancias superiores de la conciencia, como la meditación, la oración y la introspección. Esos momentos de quietud son valiosos para la creatividad, el arte y el desarrollo de nuestros sentidos. Pero debemos migrar hacia nuevas actitudes y formas de vivir, hacia una mayor colaboración y solidaridad, siendo flexibles en nuestras formas de pensar y actuar.
Nuestro cerebro, como un músculo, necesita entrenarse y adaptarse a nuevas formas de pensar. Si nos aferramos a viejas costumbres y hábitos, nuestro cerebro se atrofiará y perderá conexiones sinápticas que son vitales para nuestro desarrollo. Debemos romper con actitudes como la ira, la falta de cortesía y la falta de solidaridad con los demás.
Es cierto que como especie, aparentemente evolucionada, hemos logrado grandes avances en tecnología y ciencia, pero al mismo tiempo nos hemos vuelto depredadores inconscientes de nuestro propio planeta. La sobreexplotación de recursos, la contaminación, el armamentismo y la falta de cuidado hacia el entorno nos han llevado al borde de grandes catástrofes. Si no cambiamos nuestra forma de actuar, las generaciones futuras cargarán con las consecuencias.
Es el momento de migrar hacia una nueva conciencia, hacia el reconocimiento de nuestra responsabilidad como seres humanos y de la importancia de coexistir en armonía con todas las formas de vida en este planeta. Debemos desaprender lo aprendido y buscar la verdadera evolución de nuestra especie, basada en la paz, el amor y los valores que protejan y promuevan la vida en todas sus manifestaciones.
A lo largo de este milenio, hemos enfrentado acontecimientos trascendentales, algunos causados por la naturaleza y otros por nuestras acciones. Tsunamis, huracanes, inundaciones y desastres naturales han sido devastadores, y en muchos casos, la respuesta a estas tragedias ha sido insuficiente. Además, problemas como la explotación desmedida de recursos, la privatización del agua y la falta de una educación que fomente el desarrollo humano, han llevado a la humanidad a un estado de letargo y conformismo.
Es hora de despertar, de migrar hacia nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar. La solución no está en terceros, en grandes templos o en libros de autoayuda. La solución está en cada uno de nosotros, en nuestro corazón y en la comprensión de que somos parte de una misma especie y que debemos trabajar juntos por el bien común. Es momento de migrar hacia pastos más verdes, hacia una nueva forma de vida que preserve nuestra especie y nuestro planeta.
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Robert Garzon