NO RENDIRSE
¿Cuántas veces hemos sabido si el último momento de una lucha es realmente el instante final? Por alguna extraña razón, nosotros, los seres humanos, tendemos a cavilar en el escenario del pesimismo, raramente esperando un resultado positivo ante una expectativa. El cansancio, la intranquilidad, la ansiedad, las emociones negativas y el miedo nos dominan, impidiéndonos dar el siguiente paso. Nos inmovilizamos y las ficciones creadas por la mente nos paralizan, mientras el miedo nos consume. Esa mente, esa cotorra charlatana que no descansa, nos lleva, casi siempre, a escenarios lúgubres, fríos, tristes e inquietos. Un péndulo nos arrastra del pasado al futuro con una velocidad increíble, llenándonos de remordimiento, de culpa, de ansiedad, de inquietud, de estrés. Nos impide vivir lo que en esencia realmente ES, lo que verdaderamente existe. Nada existe más que el AHORA, ese instante real y único que Es y que ya no ES. ¡Qué paradoja! Esa es la realidad. Hay un cúmulo de sensaciones y emociones que nos arrollan en breves instantes, que nos trastocan toda la existencia, la vida y lo cotidiano. Es inevitable. Todos los días, en nuestras cabezas, se libran miles de batallas entre pensamientos, emociones y sentimientos. Estas luchas culminan en un acto tras una decisión; la vida es una danza de decisiones, grandes y pequeñas, todas con una o varias causas y con una o varias consecuencias. En definitiva, todo es acción y reacción. Todo es un eterno movimiento en un eterno hoy, en una realidad que es y no es.
¿Cuántas decisiones en nuestras vidas han sido acertadas y cuántas no? Jamás lo sabremos, lo que sí sabemos es que mi vida actual es producto de mis decisiones pasadas, para bien o para mal. Lo que soy ahora no es más que el producto de mis actos.
Pero la vida no está en hacer un balance frío en números de mis decisiones y cuáles estuvieron a la derecha y cuáles a la izquierda, al final de cuentas, esa es la vida: decisiones infinitas y no existe un ser humano que haya sido perfecto en sus decisiones; siempre hemos tomado decisiones equivocadas con consecuencias difíciles, trágicas y dolorosas. Y hemos tomado otras decisiones que, por el contrario, nos han brindado hermosas experiencias, felicidad y alegría. Finalmente, la vida es así, una cesta llena de deliciosas frutas y otras amargas y dañadas, la virtud está en desechar lo que puede pudrir y dañar. Igualmente, no podemos olvidar que dentro de la diversidad cultural y de pensamientos, lo que para uno es correcto, quizás para otros no lo sea.
Más allá de las decisiones, se encuentra el hecho de tener metas en el corazón, con anhelos, sueños e ilusiones. Considero que en algún lugar de cada una de nuestras existencias, existe un pequeño espacio que nos da la certeza de estar recorriendo caminos correctos y que la llegada final de ese camino está llena de luz y paz. No todo el camino será recto, fácil y llano, estará lleno de tropiezos, de caídas, de subidas difíciles, de muros que parecen infranqueables, de dolor y de tristeza, pero si aquel anhelo de lograr llegar al fin, a la meta, está construido con certeza, con convicción y con amor, al final esos obstáculos no serán más que un recuerdo, algo que nos ayudó a construirnos desde la experiencia.
No hay que desfallecer en nuestros propósitos, en nuestros sueños y en nuestros anhelos. ¡Jamás! ¡Nunca! El suelo que recibe nuestras rodillas al caer, será el que nos sirve de soporte para levantarnos y levantar la mirada. Solo hay que encontrar un instante fugaz y pequeño en el alma y en el espíritu, que nos permita visualizar la meta con amor verdadero; allí, en ese preciso instante al inhalar ese aire, el cuerpo se nutrirá de energía e ilusión para seguir luchando. Con absoluta certeza, así sucederá. No hay lugar a dudas.
¡Rendirse no es una opción!

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Robert Garzon